«Cada cual, movido por una dolorosa nostalgia de arraigo, continúa pidiéndole al otro esa resistencia, esa permanencia, esa raíz, esa profundidad. Lo que él ya no puede ser. Todo el mundo fracasa, por supuesto, y la soledad es espantosa»
 
Michel Houellebecq
 
Tema: El desarraigo                                                   Restaurante Asmat 
                                                                                http://www.asmat.com  
Viernes 20. 20:30 a 22:30                                           Roselló 254 (con avda Diagonal)
Barcelona
12 euros.                                                                  Incluye dos consumiciones y guacamole
 
 
 
 
Días atrás leíamos en la portada del 20 minutos que en España había 4 millones de deprimidos. Está claro que si las depresiones se multiplican es porque la publicidad, motor de occidente,  fracasa.
 
Sin embargo, la publicidad sigue anunciando trenes de alta velocidad para gente que no tiene ningún sitio a donde ir porque no están cómodos en ninguna parte, sigue desarrollando medios de comunicación para gente que ya no tiene nada que decir ni tiene ganas de entablar relación con nadie. 
 
La palabra «arraigo» parece indicar una tensión de larga duración, un esfuerzo continuo, consciente o no, pero coherente, hacia una meta. Cierto que los pájaros siguen construyendo nidos

y los árboles echando raíces, tallo y flores. Pero con los hombres ocurre todo lo contrario. La lógica de la publicidad nos obliga a dispersar lo sentidos, el hombre creado por la publicidad no puede ser un hombre de voluntad única, de un sólo deseo. Ahí aparecen las depresiones que apunta el diario gratuito 20 minutos. No es que estemos deprimidos porque hayamos perdido el deseo, al contrario, deseamos cada vez más. Pero no hay nada en esos deseos que evoque la fuerza total, tercamente empeñada en su cumplimiento. De ahí se deriva cierto

desarraigo y falta de personalidad, perceptible en todos los seres humanos.

 
 
 
Frente a esto, hay que señalar la relativa buena salud de la filosofía. Es muy fácil de explicar, la filosofía es un arte profundamente conceptual; en realidad, es el único. Y por eso resulta ser la única arma que se puede reir de la publicidad. La música, la pintura, incluso el cine, con los años dejan de emocionar. La filosofía, en cambio, puede absorber y digerir cantidades ilimitadas de burla y de humor.
 
De hecho el pilar de nuestros cafés filosóficos es que procuramos superar esa informalidad tan exponencialmente propagada por la publicidad. Una informalidad
que es la madre de la imposibilidad de la conversación. Es como si en la conversación corriente, la expresión directa de un sentimiento, de una emoción o de una idea se hubiera vuelto imposible, por ser demasiado vulgar.
 
Por eso calan nuestros cafés filosóficos, porque en la «vida real», en cualquier conversación coloquial informal que amenaza con tocar temas hondos siempre tiene que haber algún cobarde que ponga el filtro deformante del humor. Y ese humorista improvisado que podemos ser cualquiera nos canjea la posibilidad de una conversación emotiva y verdadera por un giro en el vacío que finaliza en trágica mudez. Y entonces

todos sonríen como tontos, sin saber que en el fondo ese chiste les ha quitado toneladas de raíces. En un alucinante ejercicio de masoquismo.  Esta es la historia de la famosa incomunicación occidental, que sólo se disuelve cuando dos occidentales van muy borrachos o drogados y se cojen de los hombros. Una incomunicación que podemos ver con nitidez máxima en las películas de

Paco Martinez Soria. Un tipo sencillo y arraigado que llega a la ciudad expresando sus sentimientos por doquier y que se incrusta en una atmósfera malsana, trucada y con personajes que lo critican ofreciendo a cambio naderías profundamente insignificantes.  Lo trágico aparece cuando estos personajes que se ríen de Paco Martinez Soria, sus hijos modernos por ejemplo, ya no consiguen ver divertido reirse de su padre, en una

salvaje y fascinante inversión psicológica. Se apodera de ellos, y a su pesar, una poderosa sensación de inferioridad y desarraigo en relación a su padre, al menos un malestar, una disminución de su función humorística, la sonrisa se les congela dejándolos en una pose de

horrible y ridícula mueca.

 
Los creativos y humoristas intentan por todos los medios que nos sigamos riendo de nuestro papá Paco Martinez Soria, pero como decíamos antes, no consiguen librarnos de la sensación de que al fin y al cabo nuestro desarraigo nos tiene en lo íntimo más seducidos que nuestra capacidad para reirnos de todo

, por brillante que sea esta capacidad, por mucho que consiga hacer partir a todos de la risa. Así vemos como los humoristas profesionales son en su mayoría consumidores regulares de ansiolíticos.

 
Entonces, en los cafés filosóficos todos tenemos que ser Paco Martinez Soria. Pero en el de este viernes veremos el porqué nos parecemos más a sus hijos modernos.
 
 
 
Es de vital importancia anunciar previamente la asistencia vía mail o telefónica para preparar las sillas y el espacio de la manera mas acogedora posible.
 

 

Contactar con:
 
raulmismamente@gmail.com          651147461
 
(En esta ocasión, Lorenzomismamente se encontrará en Italia recopilando información sobre cafés filosóficos italianos y no contaremos con su moderadora presencia, sin embargo, Raúlmismamente se multiplicará por gemación)

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